Tratado de Agricultura Natural, una agricultura alquímica

Tratado de Agricultura Natural, una agricultura alquímica

Desde las primeras filosofías y culturas agrícolas nos llega arrastrada como una ola, oculta, sumergida a la superficie de nuestra civilización, la conciencia de una agricultura sabia y congruente a las arenas de nuestro tiempo.

A los ojos de todos es visible el vergonzoso deterioro de los ecosistemas y entornos naturales por parte de la mano del hombre, que todo lo quiere coger, poseer y controlar.
Mientras, la naturaleza en su grito clama por un equilibrio, un pacto: sus dones y abundancia para colmar nuestras necesidades a cambio del sencillo respeto que merecen sus formas, seres y energía; el derecho de manifestarse, la expresión de toda forma de vida.

El hombre civilizador crea y construye su civilización sobre la muerte, y lo que Jamchen nos propone en su tratado es precisamente honrar el sagrado y ancestral pacto entre la Madre Tierra y los seres que la pueblan: no matar ni dañar a ningún ser, si no es para asegurar nuestra estricta y puramente necesaria supervivencia, sin egoísmo, avaricia o reclamo de poder. El resto de criaturas de nuestro mundo respetan esta ley. ¿Por qué a nosotros nos cuesta tanto?

Desde sus primeras páginas, este revelador tratado nos lleva por el camino del humano desde su salida del paraíso hasta su actual decadencia, centrándose en aquellos períodos y culturas en las que el equilibrio a la hora de proveerse de sus alimentos primaba en en la conciencia de sus gentes. Rescatando palabras, escritos sobrevividos al olvido y antiguos textos, se nos recuerdan magníficos sistemas agrícolas clásicos, antiguos métodos de eficacia contrastada por las generaciones; y testimonios de eruditos agrícolas de tiempos pretéritos. Aquí, la recolección prehistórica, el antiguo precultivo y las agriculturas persas, nabateas, griegas o andalusíes resucitan y transmiten su información, conocimientos y sabiduría hasta nuestros días. Tiempos en los que nos son necesarios. Por la salud de nuestros campos, de nuestras gentes y de nuestra cultura.

Dos volúmenes de texto alquímico que será complejo en muchos de sus apartados. En ocasiones de difícil comprensión, hermético en parte, dejado a ser completado con la experiencia. Sus valiosos conocimientos nos llevarán hacia un camino más espiritual que práctico, en una visión más cercana al utópico mundo deseado que a la realidad de nuestro presente. Una realidad no por ello irrealizable.
Será el segundo volumen el que se convertirá en nuestra guía de cultivo más natural, con un amplio repaso por todas las hierbas y verduras que podemos cultivas, precultivar, asilvestrar y recolectar de nuestras huertas y bosques comestibles. Desde el esparrago a la sandía, del ajo a la manzanilla, pasando por la acelga, la consuelda o la capuchina.

Sobre ellas se nos desvelan sus fuerzas y preponderancias como alimentos, la energía que las rigen según sus elementos y sus propiedades para sanar las tierras y los cuerpos. No desdeñaremos en nuestros jardines naturales ni gramas ni collejas, cardos o bledos. Bien para dar esponjosidad y soltura al suelo -en caso de la grama-, bien por sus propiedades afrodisíacas -en el caso del cardo-. Cultivos hoy harto olvidados como la borraja, la mostaza o el diente de león han de mezclarse con archiconocidas como la rúcula o el hinojo; dando una especial y merecida atención a las silvestres comestibles -como el cenizo, la verdolaga, la ortiga, la milenrama, la malva, el trébol o el tulipán- y reconocidas medicinales -como el romero, la melisa, la lavanda, la verbena o la cúrcuma-. Un elenco de especies que colocar al mismo nivel que tomates y lechugas -o muy por encima-.

Con el sistema de grados, que ya practicaban los antiguos, recuperado aquí, aprenderemos a reconocer el grado en que se haya nuestra tierra en relación a su fertilidad y a la esponjosidad del suelo, factores determinantes. Aprenderemos de este modo cómo algunos cultivos sirven para subir el grado de la tierra. Otros lo bajarán, para finalmente naturalizar un práctica agrícola más relacionada con la observación que con la intervención. Intervención que acabará por reducirse, como en el caso del Bosque Natural de Alimentos, a la pura recolección silvestre.

Unas claves nunca antes practicadas en toda su amplitud. Una agricultura nueva natural que no solo nos alimentará sino que retornará la salud a nuestro cuerpo hastiado y agotado por lo inerte. Una agricultura que nos devolverá el verde, los árboles, el agua y la vida. Una perfecta guía de nuestros alimentos-medicina.

  • Tratado de Agricultura Natural

Tratado de Agricultura Natural

Y todo con la sencillez y el cuidado que tan natural nace en el corazón de muchos hortelanos y campesinas de hoy, que solo desean la paz en sus vidas, y cuyos valores ya fueron puestos en práctica en el pasado con excelentes resultados, solo que poco recordados.

Ni tan decir siquiera al observar lo sublime de los jardines y huertos andalusíes, que en sus bancales supieron conjugar los elementos (Agua, Aire, Fuego y Tierra) con el Éter (o Ayú) que todo lo impregna, para llenar sus espacios de vida y belleza. Sin la artificialidad química de nuestros días, sin maquinaria impulsada por petróleo. Con la delicadeza sutil de una mano y la tenacidad enérgica de la otra. Tras un sudor vital, una respiración plena, un rayo de luz celeste y un fruto recién tomado con que alimentar cuerpo y alma.

La semilla será nuestro mayor bien, y el agua su custodia, sembradas serán todas sin que su ubicación dañe u ofenda, pues ellas mismas sabrán clocarse para hacer el trabajo que nosotros ahora rechazamos. Por cientos, tal vez miles contaremos no solo las especies que crecerán en nuestras huertas y bosques de alimentos, sino que también por miles contaremos sus virtudes y sabores.

En este camino, el Tratado de Agicultura Natural abre una puerta más en donde la experimentación habrá de ser lenta y cuidadosa. Y sus practicantes valientes como los primeros colones; sabios como los grandes maestros y pacientes como sus discípulos. Justo el reto apropiado a los tiempos que corren. La chispa de la vida que tantas vidas necesitan: saborear la tierra, el olor del bosque, la natural luz del Sol abrasador, la fresca agua de la fuente pasando al botijo y del botijo a nuestros labios; el sabor de un melón cultivado únicamente gracias a amor… y a una simple pipa.

 

Escrito por Permacultor Celtíbero y publicado aquí con su permiso.

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